lunes, 25 de septiembre de 2017

Formalismo




Es la creencia en que los valores estéticos pueden sostenerse por su cuenta y que el juicio del arte puede ser aislado de otras consideraciones tales como las éticas y sociales. Se le da preponderancia a las calidades puramente formales o abstractas de la obra; es decir, por ejemplo, aquellos elementos visuales que le dan figura: la forma, la composición, los colores o la estructura.

“Forma” (moral como estructura) consiste en “quehacer”, en “hacernos” nuestra propia vida, en definir nuestra personalidad en cada uno de nuestros actos. Todas las filosofías suponen, aún implícitamente, la dimensión “formal” de la moral. En Aristóteles, la teleología ética está subsumida en la teleología general del universo, la “tendencia de todas las cosas al bien”: todo acto humano se lleva a cabo con vistas a algún “bien moral”.

El hombre es moral porque se conduce a sí mismo por su propio inteligir o por su inteligencia en cuanto versión a los otros, con independencia de a dónde se conduzca. Aristóteles y el concepto análogo (no “unívoco”) del bien: el bien como concepto indeterminado y “formal”, aquello que se busca, el fin de nuestras acciones. Aquello que se busca kathautó, y no en vista de otro bien, es el bien supremo. Pero el bien puede ponerse en cualquier cosa. Un sentido distinto del formalismo ético: no puede ocuparse de qué acciones sean buenas o malas, sino de la naturaleza, significado y posibilidad de los predicados y de los juicios éticos. La tradición anglosajona de la ética como “análisis del lenguaje ético” o lógica de la ética, renunciando a la metafísica y a la psicología.

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