Para algunos el placer es personal y se consigue al complacer sin límites todas las necesidades físicas del cuerpo. Otros, exponen que debe satisfacer las necesidades de forma moderada para alcanzar la satisfacción. Sin embargo, contraponiéndose a esta concepción que el placer se encuentra cuando se es útil a la sociedad, cuando dedicamos la vida a lograr el bienestar común. Entonces, aquí el hedonismo pierde el sentido de alcanzar el placer a través de la experiencia sensorial física, dándole al mismo un sentido ultraísta.
Por lo tanto, en el hedonismo en sentido estricto se pueden distinguir dos formas del mismo, de acuerdo con los dos significados que tiene el término placer. Éste designa, ya el placer sensible o inferior, ya el placer espiritual o superior. En consecuencia, habrá dos formas de hedonismo, llamadas hedonismo absoluto y hedonismo mitigado, o eudemonismo.
A la posición de que el hedonismo es la búsqueda de la felicidad logrando la satisfacción de los sentidos, se opone la fe católica, afirmando que esta posición acaba con los valores espirituales. No sólo es señalada por la fe católica, igualmente muchas creencias religiosas afirman que el hedonismo es una posición carente de moral; pues antepone los sentidos al plan divino de amor.
Lo expuesto anteriormente es la visión que se posee en forma general del Hedonismo. Sin embargo, para lograr la compresión plena de la doctrina es necesario estudiar su origen y concepción inicial. Epicuro de Samos (341-270 AC ) –enseñó en Atenas- es aclamado universalmente como el filósofo fundador del hedonismo, y su real visión sobre el tema del placer no es comúnmente comprendida. Muchos historiadores medievales lo representan como un licencioso, mientras que muchos de los modernos lo describen como un predicador de "placeres con moderación", o incluso como un asceta.
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